Centenario del nacimiento de Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona (1913 – 20 de junio – 2013)

EL CONDE DE BARCELONA Y LA NOBLEZA TITULADA

 Al cumplirse hoy el centenario del nacimiento de Don Juan de Borbón y Battenberg, Conde de Barcelona, es momento oportuno para recordar su figura y su decisiva contribución al restablecimiento en España de la convivencia democrática y de la Monarquía Constitucional. Pero esa aportación suya tan relevante no la hizo solo. Supo rodearse de personas de gran valía, cuyos consejos y relaciones con otras personalidades de la vida política y social fueron decisivas. Ese grupo numeroso de personas que asistió y asesoró al Conde de Barcelona durante todo ese tiempo tuvo distinta procedencia desde el punto de vista político, territorial, social o económico. Pero todos ellos quisieron unirse en torno a la figura de quien representaba la continuidad de la dinastía histórica y una alternativa creíble para el restablecimiento del sistema constitucional. De entre ese nutrido grupo de personas quiero referirme hoy a las que formaron parte de la nobleza titulada.

Cuando en junio de 1933 se produjeron las sucesivas renuncias a sus derechos a la Corona de España del Príncipe de Asturias Don Alfonso y del Infante Don Jaime, pasó a primer plano la figura del Infante Don Juan, tercer hijo varón de los Reyes, quien inicialmente no estaba llamado a representar ningún papel relevante en el ámbito dinástico.

Siguiendo las costumbres del momento y la larga tradición de las Casas Reales, fue necesario poner Casa a Don Juan, es decir designar a una serie de personas que asistiesen y aconsejasen al nuevo Príncipe de Asturias, aunque se encontrase en el exilio, para que pudiera desenvolverse y actuar conforme al estatus que acababa de adquirir.

El primer Jefe de esa Casa fue el vizconde de Rocamora, quien ejerció su cometido durante una época de capital importancia. A él le correspondió organizar la boda del Príncipe con Doña María, celebrada en Roma el 12 de octubre de 1935 y desempeñar ese puesto durante los duros años de la guerra civil con todo lo que ello significó.

Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial los Condes de Barcelona se trasladan a Suiza, donde permanecerían hasta el final de la contienda. Durante este período se produce la abdicación del Rey Don Alfonso XIII a favor de Don Juan el 15 de enero de 1941, poco antes de fallecer en Roma el 28 de febrero siguiente.

Convertido Don Juan en Rey de derecho, se trasladó en 1945 a Portugal para estar más cerca de su patria, fijando su residencia en Estoril, donde permanecería casi treinta y cinco años. Ya entonces era nuevo Jefe de su Casa el duque de Sotomayor, que ocupó el puesto hasta su fallecimiento en 1957. Durante ese periodo tuvieron lugar dos entrevistas entre Don Juan y el general Franco, así como el traslado a España de Don Juan Carlos para cursar el bachillerato en Miramar. El conde de Fontanar organizó al lado de Madrid, en la finca de las Jarillas, del marqués de Urquijo, los primeros años de formación del Príncipe, y años después los duques de Montellano pusieron su palacio de la Castellana a su disposición para preparar su ingreso en la Academia militar de Zaragoza, formación castrense que corria a cargo del teniente general duque de la Torre

Correspondió al duque de Sotomayor establecer en Estoril una organización, siquiera mínima, para ir abordando los cada vez más numerosos asuntos que Don Juan se veía precisado a atender. Desde Madrid, el duque de Alba, a la sazón decano de la Diputación de la Grandeza de España, organizó a través de ésta todo lo necesario para aunar a los grandes y títulos en torno a la persona del Rey y para prestarle el apoyo que necesitaba en aquellos delicados años de los manifiestos de Lausana y de Estoril o del referéndum organizado sobre la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado. El propio duque de Alba dimitió de su puesto de embajador en Londres a raíz de la actitud del Régimen frente a Don Juan como consecuencia del manifiesto de Lausana en 1945.

Dada la importancia que tenía para el futuro de España la Monarquía como salida del Régimen, se formaron un secretariado político y un consejo privado para aconsejar a su titular en todas aquellas cuestiones políticas que este hecho suponía. Fue el primer presidente del consejo privado el futuro marqués de Kindelán. A ellos pertenecieron el duque de Alba, y su yerno el también duque de Alba, el duque del Infantado, el duque de Luna, los condes de los Andes, de Motrico, de los Gaitanes, de Montseny y de San Pedro de Ruiseñada, entre otros.

Cabe destacar las personas que con periodicidad quincenal acudian a Estoril, durante más de tres décadas, para prestar servicio a los Condes de Barcelona de modo permanente y desinteresado. Puedo recordar a los duques de Medinaceli, de Montellano, de Maura y de Fernán Núñez, a los marqueses de Luca de Tena, de Salvatierra o de Castelldosrius, entre otros varios.

También en lo que podríamos llamar la intendencia de la Casa hay que mencionar al conde de los Gaitanes y al marqués de Casasola. El marqués de la Torre, luego conde de Montenegro, Grande de España, como sacerdote que era, ofició de capellán de los Reyes.

Al duque de Alburquerque, último Jefe de la Casa del Conde de Barcelona, le correspondió compartir con él los años finales de exilio y los trascendentales sucesos de finales del régimen anterior: la designación en 1969 de su hijo el Príncipe Don Juan Carlos como sucesor en la Corona y su proclamación en 1975 como Rey. Seguía siéndolo cuando al renunciar Don Juan a los derechos dinásticos el 14 de mayo de 1977 a favor de su hijo, dio por concluida su expatriación y pasó a residir normalmente en España, de donde había salido en 1931.

Cuando hoy podemos leer en el artículo 57 de la Constitución que Don Juan Carlos I es el legítimo heredero de la dinastía histórica, no podemos por menos que enorgullecernos al recordar la figura ejemplar del Conde de Barcelona, quien en los momentos de adversidad supo ejercer con la máxima dignidad la representación dinástica de la Casa Real española, sirviendo de eslabón generacional entre dos Monarcas: Alfonso XIII y Juan Carlos I. También quiero recordar hoy a todas aquellas personas, entre las que se encontraban muchos Grandes de España y Títulos del Reino, que de modo ejemplar y desinteresado supieron estar en su puesto acompañando al Conde de Barcelona en la misión histórica que durante más de cuarenta años le tocó vivir.

 

El Duque de Aliaga

Decano de la Diputación de la Grandeza de España

 

(Artículo publicado en la Tercera del diario “ABC” de 20 de junio de 2013, día en que se cumplió el primer centenario del nacimiento de Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona).

 

LANZAS Y MEDIA ANNATA

1.- Introducción

Quien haya sentido la curiosidad de leer documentación antigua sobre títulos nobiliarios, habrá tenido ocasión de encontrarse con la reiterada mención que se hace de las Lanzas y Medias annatas como impuestos que recaían sobre esas dignidades durante el Antiguo Régimen. Resulta conveniente conocer en qué consistían y las importantes consecuencias que la falta de pago llevaba consigo.
En un primer momento la posesión de dignidades nobiliarias no se encontraba sujeta al pago de impuesto alguno, como lógica consecuencia de su carácter honorífico. Fue durante el reinado de Felipe IV, bajo el gobierno del Conde Duque de Olivares, cuando se pensó en someter los títulos nobiliarios a tributación con el fin de allegar recursos para las siempre exhaustas arcas del Tesoro.

2.- Creación

Por Reales Cédulas de 18 de agosto de 1631 y 10 de diciembre de 1632 se crean los impuestos de la Media Annata y de Lanzas, este último exclusivo para los títulos nobiliarios y aquél también para otros grupos.
a) El impuesto de la Media anata o annata gravaba los nombramientos para empleos retribuidos o mercedes que se hacían. Se devengaba cuando el interesado entraba en posesión de la merced o empleo, y recibía ese nombre porque la deuda tributaria se fijaba en la mitad de lo que el empleo retribuido o la merced concedida rentase en un año. Hoy a ese impuesto lo hubiéramos llamado “de la Media anualidad”. Como los títulos nobiliarios no tenían en sí valor económico, se establecieron unos baremos para fijar la cuantía que había de satisfacerse según la clase de títulos. Se pagaba este impuesto una sola vez al entrar en posesión del Título.
Felipe V dispuso en 1727 que los Grandes y Títulos no pudieran entrar en posesión no ya de estas mercedes, sino ni siquiera de las rentas y señoríos que tuvieran sin haber acreditado el pago de la Media annata o su exención.
b) El pago del servicio de Lanzas, en cambio, se hacía todos los años. Su origen se encuentra en la obligación que antiguamente tenían los grandes señores, y entre ellos los poseedores de títulos, de servir al Rey con un determinado número de lanzas cada uno, en función de sus rentas, cuando eran requeridos para ello para las necesidades de la guerra. Cada lanza eran cinco hombres de armas, es decir soldados profesionales perfectamente armados y entrenados para el combate, pagados por el señor que estaba obligado a suministrarlos.
Ya entrado el siglo XVII, con la existencia de un ejército permanente se sustituyó esta obligación de naturaleza personal por una aportación de carácter económico, fijada en función de las rentas de los señores titulados, y con el paso del tiempo según su categoría nobiliaria.
Sin embargo, como consecuencia de las imperiosas necesidades de la Hacienda Pública, hubo momentos en que se permitió redimir el impuesto de Lanzas y Media annata, autorizándose a que los interesados, en lugar de abonar cada año el importe que correspondía satisfacer por Lanzas y también por la Media annata, pagasen por una sola vez una cantidad alzada, de cuantía muy superior, y el título quedaba exento perpetuamente del pago del tributo.
La cuantía de la redención varió con el transcurso del tiempo (en el reinado de Carlos III estaba fijada en 160.000 reales de vellón), pero hubo periodos, cuando la situación del erario no era tan apurada, en que no se admitió la redención de esos impuestos, como sucedió durante la segunda mitad del reinado de Fernando VI.

3.- Consignación de juros y de rentas

Ante las dificultades con las que en muchos casos se encontraba la Real Hacienda para cobrar el servicio de Lanzas y el derecho de la Media annata, los hacendistas idearon un medio para tratar de asegurarse en lo posible el pago de estos gravámenes, y que fue el de acudir a la consignación de juros y de rentas.
Un juro era algo parecido a lo que hoy son las Letras del Tesoro y figuras financieras similares de la Deuda Pública, con ciertas diferencias que no son del caso examinar aquí. La consignación de juros consistía en que el poseedor de una merced nobiliaria quedaba obligado a comprar un juro que rentase anualmente la cuantía del servicio de Lanzas. La escritura o documento constitutivo del juro se depositaba ante la oficina competente de la Real Hacienda, la cual procedía a cobrar directamente los intereses del juro, y con su importe se satisfacía el impuesto, sin que el interesado tuviera, en principio, que hacer al respecto nada más que comprar el juro, depositarlo, otorgar los poderes necesarios para su cobranza, y ampliar la cuantía del juro cuando se decretaba el incremento del impuesto.
En 1787 se estableció que los que poseyeran Grandezas y Títulos de Castilla y no estuvieren relevados del servicio de Lanzas ni las tuvieren consignadas en juros o en bienes libres, debían consignar alguna finca del mayorazgo a que se hubiese agregado la Grandeza o Título y rindiera la renta equivalente, para que quedase satisfecha anualmente la Real Hacienda, prohibiéndose la expedición de cartas de sucesión mientras no se acreditase haberse hecho la consignación para el pago del impuesto.

4.- Supresión de estos gravámenes.

Los impuestos de Lanzas y Media annata estuvieron vigentes hasta que se produjo una importante reforma del sistema tributario en 1845, siendo Presidente del Consejo de Ministros don Alejandro Mon y Ministro de Hacienda don Ramón Santillán. Se crea el nuevo Impuesto especial sobre Grandezas y Títulos, que quedó regulado por el Real Decreto de 28 de diciembre de 1846.
Desaparecen en ese momento los viejos impuestos de Lanzas y Media annata, aunque permanecen subsistentes los débitos devengados y no satisfechos. Con el nuevo impuesto especial quedan sin efecto las exenciones concedidas por aquéllos, de tal manera que los que hubiesen redimido en tiempos pasados las Lanzas y Medias annatas entregando a tanto alzado el correspondiente capital, no quedaban eximidos de pagar en lo sucesivo el nuevo impuesto, ya que se trataba de un tributo diferente, al que no alcanzaba esa exención.
Por otra parte, quien quisiera poseer un título nobiliario debía sacar la Real Carta de Sucesión y Confirmación y pagar el nuevo impuesto. Si no lo hacían, el título quedaba suprimido; y si alguien más adelante quería rehabilitarlo estaba obligado a satisfacer las Lanzas y Medias annatas devengadas y no pagadas, además del nuevo impuesto por las sucesiones teóricas que se hubieran podido producir hasta el momento de la rehabilitación.
De este modo esos dos viejos impuestos prorrogaron sus efectos más allá de su propia existencia.

5.- Reflexión final.

La tributación de los Títulos y Grandezas ha sido exclusiva de España. En otros países no pasó por la cabeza de los gobernantes someter a tributación un derecho honorífico.
Lo que se arbitró como un medio para subvenir a unas necesidades perentorias de la Real Hacienda se perpetuó con el tiempo, hasta el punto de que en la actualidad se mantiene la tributación de las dignidades nobiliarias, únicamente al entrar en posesión de ellas, a través del Impuesto de Actos Jurídicos Documentados.

José Miguel de Mayoralgo y Lodo
Conde de los Acevedos

MARQUÉS DE GUELAYA: UN TÍTULO QUE NO LLEGÓ A NACER

El Rey Don Alfonso XIII por Real Decreto de 6 de marzo de 1913, publicado en la Gaceta de Madrid del día siguiente, concedió el Título de Marqués de Guelaya al Teniente General don José García Aldave. Decía así la citada disposición:

Queriendo dar una prueba de Mi Real aprecio al Teniente General D. José García Aldave por los relevantes servicios que ha prestado a la Patria, y de acuerdo con el parecer de Mi Consejo de Ministros, Vengo en hacerle merced de Título del Reino con la denominación de Marqués de Guelaya, para sí, sus hijos y sucesores legítimos. Dado en Palacio a seis de Marzo de mil novecientos trece.

Había nacido este ilustre soldado el 1 de agosto de 1845 y procedía del Cuerpo de Ingenieros. Siendo General de División fue nombrado Gobernador Militar de Cartagena y, en junio de 1907, de Ceuta, donde dio nombre a una posición de gran importancia estratégica para la defensa de la ciudad.

Por un Real Decreto de 13 de abril de 1910 fue promovido al empleo de Teniente General, en la vacante causada por defunción de don Juan de Zavala y de Guzmán, Duque de Nájera; y por un nuevo Real Decreto de 25 de agosto siguiente fue nombrado Capitán General de Melilla, por dimisión de otro insigne militar, el Teniente General don José Marina y Vega, pacificador de Melilla tras los sangrientos sucesos de 1909. Durante el mando del General García Aldave se desarrolló con éxito la que se denominó campaña del río Kert contra los rifeños. Poseía este militar, entre otras condecoraciones, tres Grandes Cruces rojas del Mérito Militar, dos de ellas pensionadas, y la Gran Cruz de San Hermenegildo.

La denominación de Guelaya, elegida para el Título de Marqués que se le acababa de conceder, hace referencia a la región natural del norte de África de la que es capital la ciudad de Melilla; y probablemente porque en ese momento el General García Aldave estaba al frente de aquella Comandancia General es por lo que escogió ese nombre para la nueva gracia que el Rey le otorgaba en reconocimiento de los grandes servicios prestados a la Patria.

Había, sin embargo, un inconveniente para la expedición del Real Despacho. Conforme a la normativa vigente en aquella época era necesario satisfacer el Impuesto sobre Grandezas y Títulos, cuya cuantía era muy elevada, de tal manera que a quien no abonaba los derechos establecidos no se le expedía la Real Carta y, en consecuencia, se consideraba que no había entrado en posesión del Título, y éste quedaba sin efecto.

Cabe suponer que al General García Aldave debía de resultarle sumamente oneroso el desembolso de la cuota establecida. Sin embargo, en otros casos en que se había querido distinguir a una persona con una dignidad nobiliaria, bien por razones económicas o bien por entender que el reconocimiento de eminentes servicios prestados a España debía ampliarse a la exención de la cuota tributaria que gravaba la concesión de un título, el Gobierno remitía a las Cortes un proyecto de ley exonerando del impuesto de Grandezas y Títulos el otorgamiento de la merced, pues sólo por una norma con rango de ley era posible tal exención. Esto se había hecho por aquellos años con los Títulos de Duque de Cánovas del Castillo, concedido a la viuda del insigne estadista asesinado; con el de Duque de Algeciras, otorgado a la madre del ilustre Ministro de Estado, ya difunto, a quien se debió el éxito diplomático para España de la Conferencia de Algeciras, celebrada en 1906; y con el de Marqués de Moret, despachado en 1914 a la hija del conocido político gaditano de este apellido, entre otros.

Con este motivo, la Gaceta de Madrid del 26 de octubre de 1913 publicaba un Real Decreto del día 23 anterior por el que se autorizaba al Gobierno a presentar a las Cortes un proyecto de ley concediendo la exención del pago del impuesto sobre Grandezas y títulos al Marquesado de Guelaya otorgado al Teniente General don José García Aldave por Real Decreto de 6 de marzo último por los relevantes méritos del interesado. Previamente, por una Real Orden de 28 de junio de aquel mismo año se le había concedido una prórroga de seis meses para el pago del Impuesto.

No sabemos si el proyecto de ley comenzó siquiera a tramitarse, porque al poco tiempo quedaron disueltas las Cortes. Como es sabido, cuando tiene lugar la disolución de las Cámaras los proyectos de ley que no hayan llegado a aprobarse quedan sin efecto y no pueden ser tramitados por el Congreso entrante, sino que es preciso que el Gobierno presente otro proyecto de ley, aunque esté redactado en los mismos términos que el anterior, para que la nueva Cámara le pueda dar curso.

Mientras todo esto sucedía, el General García Aldave continuaba su brillante carrera militar. Había sido nombrado Capitán General de la tercera región militar, con sede en Valencia; y, por Real Decreto de 5 de marzo de 1914, fue designado Comandante General del Cuerpo y Cuartel de Inválidos.

A finales de marzo de ese mismo año 1914 quedaron constituidas las nuevas Cortes. Desconocemos si el Gobierno preparó un segundo proyecto de ley para eximir al General del pago del impuesto sobre Grandezas y Títulos por la concesión del de Marqués de Guelaya, pero en cualquier caso no llegó a tiempo, ya que el Teniente General don José García Aldave falleció el 28 de abril de 1914.

Por este motivo, al no haberse satisfecho el impuesto ni expedido el Real Despacho, el citado Título no pudo tener efectividad.

Hoy la mayor parte de los especialistas desconocen que en 1913 se recompensó a un ilustre militar con una dignidad nobiliaria que, por azares de la vida, no llegó a nacer.

José Miguel de Mayoralgo y Lodo

Conde de los Acevedos

LOS MARQUESES DE VALLEHERMOSO, GRANDES DE ESPAÑA

La noble familia Bucarelli es de origen italiano, concretamente de Florencia. El primero de este apellido que se estableció en Sevilla fue Antonio María Bucarelli, hijo de Vincenzo Bucarelli y de María de Andrés Rinieri. Recibió el bautismo en el oratorio de San Juan Bautista de Florencia en 1578. Se encontraba en la capital sevillana al menos desde 1615, año en que casa por primera vez con doña Gema Federigui, perteneciente también a una ilustre familia florentina establecida asimismo en Sevilla, hija de Luis Federigui y de doña Lucrecia Fantoni. En segundas nupcias casaría alrededor de 1635 con doña Beatriz de la Torre.
No tuvo descendencia de este segundo matrimonio, y del primero fueron hijos, entre otros que murieron niños: 1) Don Luis, que sigue la genealogía; 2) don Nicolás (1623-1682), llamado “padre de los pobres” por sus inagotables obras de caridad con los más desfavorecidos; y 3) doña Gemma Bucarelli (1624-1648), casada en Sevilla en 1643 con su tío carnal don Luis Federigui, 1º Señor de la villa de Paterna del Campo y Caballero de la Orden de Calatrava, hermano de su madre, con descendencia.
Don Luis Bucarelli fue Caballero de la Orden de Santiago y Comendador de la encomienda de San Esteban de Florencia, y casó en Osuna en 1647 con doña María de Villasís y Valderrama, hija de don Gonzalo de Villasís o Villacís y Céspedes, Caballero dela Orden de Calatrava, y de doña Antonia Valderrama Molina Ponce de León.
Tuvieron por hijo único a don Francisco Antonio Bucarelli y Villasís (1648-1713), Caballero de la Orden de Calatrava y Comendador de la Orden de San Esteban de Florencia, a quien el Rey Carlos II concedió el título de Marqués de Vallehermoso por Real Decreto de 8 de octubre de 1679, del que se le expidió el Real Despacho el 15 de noviembre siguiente. Este señor fue quien entre 1693 y 1700 acabó de construir el palacio de la calle de Santa Clara de Sevilla que fue llamado de los Bucarelis, de Vallehermoso y de los Generales, y hoy de los Condes de Santa Coloma, descendientes suyos, como diremos, actuales moradores de tan señorial mansión.
Había casado este señor en Utrera en 1672 con doña Constanza de Henestrosa Rivera y Córdoba, hermana del primer Marqués de la Cueva del Rey, hijos de don Perafán de Ribera y Fernández de Henestrosa, Señor de la Cueva del Rey, y de doña Inés de Córdoba y Galindo. Tuvieron por hijos, entre otros, a: 1) Don Luis José, que sigue; 2) doña María Josefa, casada en Sevilla en 1693 con don Francisco Fernández Marmolejo, Señor de Almensilla y de Castilleja de Talhara, quien estaba viudo de doña Andrea de Madariaga y Gaviria y era hijo de don Alonso Fernández Marmolejo, Señor de Almensilla y Caballero de la Orden de Santiago, y de su primera mujer doña Isabel Ortiz Melgarejo y Virués; sin descendencia; y 3) don Nicolás José, Maestrante de Sevilla (1678-1738), en cuya ciudad casó en 1720 con doña Adriana de Ursúa Arizmendi y Lasso de la Vega, III Condesa de Gerena, quien se hallaba viuda de su propio tío don Pedro de Ursúa y era hija de don Miguel de Ursúa Egüés y Beaumont, II Conde de Gerena, y de doña Ana María Lasso de la Vega y Córdoba; sin posteridad.
Don Luis José Bucareli y Henestrosa (1675-1740) fue II Marqués de Vallehermoso, Maestrante de Sevilla y Comendador de la Orden de San Esteban. Casó en Sevilla en 1700 con  doña Ana María de Ursúa Lasso de la Vega, IV Condesa de Gerena, Señora de los Palacios de Ursúa, Nax, Utalcoa, Arizmendi y Gentaina, en Navarra, Baronesa de Oticoren y Señora de la villa de Gerena, junto a Sevilla, que era hija de los II Condes de Gerena, que acaban de citarse.
Los hijos de este matrimonio, Bucareli y Ursúa, nacidos todos en el palacio de la calle de Santa Clara, constituyen la más brillante generación de la historia de esta familia y, sin la menor duda, la más ilustre de Sevilla de todos los tiempos, pues varios de sus miembros destacaron en altos cargos eclesiásticos, políticos y militares, alcanzando en estos últimos las más elevadas graduaciones, pues hubo nada menos que dos virreyes, un capitán general, dos tenientes generales, un brigadier (equivalente hoy a general de brigada), dos coroneles y un teniente coronel. Por este motivo no sólo la casa señorial, sino la calle Santa Clara se llamó durante mucho tiempo por ellos “de los Generales”.

Dieciséis hijos tuvieron los citados segundos Marqueses de Vallehermoso, de los cuales alcanzaron la edad adulta:
1) Doña Constanza (1702-1758), quien casó en 1717 con su pariente don Juan Bautista de Madariaga Marmolejo y Ursúa, Marqués de las Torres de la Pressa y Caballero de la Orden de Santiago, hijo de don Andrés Pantaleón de Madariaga y Fernández Marmolejo, Marqués de las Torres de la Pressa, y de su segunda mujer doña Adriana Ramírez de Ursúa, moradores de otro palacio cercano en la misma calle Santa Clara, 12. Con descendencia.

2) Doña Ana María, Abadesa del convento de Santa María de Jesús, de Sevilla.

3) Doña Micaela, monja en el sevillano convento de Santa Clara.

4) Don José Francisco, que fue el mayor de los varones y sucedió en los títulos y mayorazgos de su familia, como luego diremos.

5) Don Francisco de Paula (1708-1780), que fue Teniente General de los Reales Ejércitos, Comandante General del Reino de Mallorca, Comandante General del Ejército y Reino de Andalucía, Capitán General del Río de la Plata (hoy Argentina), Virrey y Capitán General de Navarra en 1770, Comendador de Almendralejo en la Orden de Santiago, Maestrante de Sevilla y Gentilhombre de Cámara de S. M. No casó.

6) Don Miguel (1711-1756), que fue Deán y Canónigo de la Catedral de Sevilla y Sumiller de Cortina y Oratorio de S. M.

7) Don Luis (1713-1785), que fue Coronel graduado de los Reales Ejércitos, Capitán de Reales Guardias de Infantería Española y Maestrante de Sevilla. Perdió el brazo derecho de un disparo de fusil que recibió en la batalla de Plasencia, en Italia, en 1746 y murió de Alcaide de la Alhambra de Granada, entonces fortaleza militar. Permaneció soltero.

8) Don Nicolás (1714-1798), Capitán General de los Reales Ejércitos y de la Costa del Reino de Granada, Gobernador Político y Militar de la plaza de Cádiz, Comendador de Frades en la Orden de Santiago, Gran Cruz de Carlos III, y Maestrante de Sevilla. Fue creado Grande de España de primera clase por el Rey Don Carlos IV por Real Decreto de 12 de noviembre de 1789, siéndole expedido el Real Despacho el 24 de diciembre de 1790. El motivo de que se le concediese a él esta Grandeza es porque estaba casado desde 1757 con su sobrina carnal doña Juana, IV Marquesa de Vallermoso, como diremos más adelante.

9) Fray Ignacio (1715–), fraile franciscano, Colegial Mayor de San Pedro y San Pablo en la Universidad de Alcalá de Henares, Lector jubilado y Definidor de la provincia franciscana de los Ángeles.

10) Frey don Antonio María (1717-1779), que es el personaje más importante no sólo de esta generación sino de toda la familia Bucareli. Fue Caballero de la Orden de San Juan, Bailío-Gran Cruz y Comendador de Bóveda de Toro y de Tocina, Gran Cruz de Carlos III, Teniente General de los Reales Ejércitos, Capitán General de Cuba, Virrey, Gobernador y Capitán General de la Nueva España y Presidente de la Real Audiencia de México (1771), en cuya ciudad falleció en el ejercicio de su cargo, siendo enterrado en la Iglesia Colegial de Nuestra Señora de Guadalupe. Se dio la insólita circunstancia de que dos hermanos, don Francisco y don Antonio, fueron simultáneamente Virreyes, uno de Navarra y otro de la Nueva España.

11) Doña Adriana (1718–), casada en 1749 con su tío don Gabriel Lasso de la Vega y Córdova, hijo de don Diego Lasso de la Vega y Córdova, Caballero de la Orden de Calatrava, y de doña Catalina de Guzmán y Rivera. Sin hijos.

12) Frey don Lorenzo (1719-1746), Caballero de la Orden de San Juan y Teniente Coronel del regimiento de Infantería de España, muerto en la ya citada batalla de Plasencia.

13) y 14) Don Alonso Manuel (1724-1740) y don Manuel (1724-1742), mellizos y fallecidos jóvenes; y

15) Don Cristóbal (1727-1784), Brigadier graduado de los Reales Ejércitos y Caballero de la Orden de Santiago.

Don José Francisco Bucareli y Ursúa (1707-1781), como hijo mayor, fue III Marqués de Vallehermoso, Coronel del regimiento de milicias provinciales de Sevilla, Teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza de Caballería de esta ciudad y Comendador de San Esteban de Florencia. Casó en Madrid en 1734 con doña Ana Antonia de Baeza y Vicentelo de Leca, hija de don Luis de Baeza Manrique de Lara y Mendoza, Marqués de Castromonte, Grande de España, y de doña María Teresa Vicentelo de Leca y Silva.
Fue su hija y sucesora doña Juana Antonia Bucareli y Baeza (1739-1810), IV Marquesa de Vallehermoso y, en sucesión a su abuela, Condesa de Gerena, y Dama Noble de la Orden de María Luisa, la cual casó en 1757 con su tío carnal el ya citado Capitán General don Nicolás Bucareli y Ursúa, Grande de España.
Hijos suyos fueron, entre otros que murieron niños: 1) Doña María Luisa (1758-1775); 2) doña Ana María (1759-1809), muerta soltera como la anterior; 3) don Luis, que sigue; 4) doña María Josefa (1764-1831), mujer desde 1788 de su pariente don Pedro Ponce de León y Baeza, Conde de Cantillana, hijo de don Jerónimo Ponce de León y Quesada, Conde de Garciez, y de doña Ángela Dionisia de Baeza y Vicentelo, con descendencia; 5) don José María, que fue primeramente Caballero de la Ordende San Juan y luego de la de Santiago; 6) frey don Francisco de Paula (1772-1843), Caballero de la Orden de San Juan, presbítero y canónigo de la Catedral de Sevilla y Maestro de Arte por la Universidad de esta ciudad; 7) doña María del Carmen (1774-1843), soltera; 8) frey don Antonio, Caballero de la Orden de San Juan y Teniente Coronel de Carabineros; y 9) doña María Juana, casada en 1797 con don Pedro María Jordán de Urríes y Fombuena, III Marqués de Ayerbe, Grande de España de primera clase, Marqués de Lierta, Conde de San Clemente, Barón de Torrellas, Gentilhombre de Cámara de S. M., quien estaba viudo y con sucesión de doña María Nicolasa de Palafox y Silva y era hijo de don Pedro Jordán de Urríes y Pignatelli, Marqués de Ayerbe, y de doña María Ramona Fombuena y Monserrat, Marquesa de Lierta; con posteridad.
Don Luis Bucareli y Bucareli (1761-1794) fue Coronel del regimiento provincial de Sevilla y, por cesión de su madre, VI Conde de Gerena, no llegando a ser Marqués de Vallehermoso por haber fallecido en vida suya en la guerra del Rosellón. Casó en Madrid en 1788 con doña María del Rosario de Silva y Fernández de Miranda, Condesa de Fuenclara, Grande de España, que se titulaba Princesa de Arenberg, hija de don Jaime de Silva y Cebrián, Conde de Fuenclara, y de doña María del Pilar Fernández de Miranda y Villacís. Doña María del Rosario volvió a casar en 1797 con don José Miguel de Carvajal Vargas y Manrique de Lara, II Duque de San Carlos, Grande de España, Conde del Puerto y de Castillejo, Presidente del Consejo de Ministros, Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro, etc.
Aquí se extingue la descendencia masculina de esta familia, porque del citado matrimonio sólo nació una hija, doña María del Pilar Bucareli y Silva (1789-1828), que fue V Marquesa de Vallehermoso, Condesa de Fuenclara, dos veces Grande de España, y VII Condesa de Gerena. Casó en Madrid en 1805 con don Juan Bautista de Queralt y Silva, VIII Conde de Santa Coloma, XVIII Conde de Cifuentes, X Marqués de Gramosa, tres veces Grande de España, Marqués de Albaserrada, de Albolote, de Alconchel, de Besora y de Lanzarote, Conde de la Cueva y de la Rivera, Vizconde de las Vegas de Matute, Alférez Mayor de Castilla, Alguacil Mayor de la Audiencia de Sevilla, Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro, Gran Cruz de Carlos III, Mayordomo Mayor de S. M. y Jefe Superior de Palacio durante el reinado de Doña Isabel II, Teniente Coronel de los Reales Ejércitos, Prócer y Senador del Reino y Maestrante de Sevilla (1786-1865), hijo de don Juan Bautista de Queralt y Pinós, VII Conde de Santa Coloma, Grande de España, y de doña María Luisa de Silva y González de Castejón, Condesa de Cifuentes, Grande de España. El Conde don Juan Bautista de Queralt y Silva volvió a casar con doña María Francisca de Cabanyes y Castillo.
Su hijo y sucesor don Juan Bautista de Queralt y Bucareli, IX Conde de Santa Coloma, VI Marqués de Vallehermoso, Grande de España, y poseedor de los demás títulos de su familia (1814-1873), nació en el palacio de los Bucarelli en la calle de Santa Clara de Sevilla. Casó en Madrid en 1835 con doña María Dominga Bernaldo de Quirós y Colón de Larreátegui, Dama Noble dela Orden de María Luisa, hija de don Antonio María Bernaldo de Quirós y Rodríguez de los Ríos, VI Marqués de Monreal, Grande de España, Marqués de Santiago y de la Cimada, Conde de Zueweghen, Caballero de la Orden de Montesa, y de doña Hipólita Colón de Larreátegui y Remírez de Baquedano.
Don Hipólito de Queralt y Bernaldo de Quirós, hijo mayor (1841-1877), fue X Conde de Santa Coloma, XI de las Amayuelas, XVII Marqués de Cañete, XI de Gramosa y VII de Vallehermoso, cinco veces Grande de España, Marqués de Albaserrada, de Alconchel, de Besora, de Lanzarote, de Taracena y de Valdecarzana, Conde de la Cueva, de Escalante, de Gerena, de la Rivera, de Tahalú y de Villamor, Caballero de la Orden de Santiago, Consejero del Tribunal de las Órdenes Militares, Maestrante de Sevilla, Diputado a Cortes, Senador del Reino y Gentilhombre de Cámara de S. M. Casó en Madrid en 1866 con doña Elvira-Zenaida Fernández Maquieira y Oyanguren, hija de don Remigio Fernández Maquieira y de doña Frexia María de la O de Oyanguren y Squella.

El sucesor en esta casa fue su hijo don Enrique de Queralt y Fernández Maquieira (1867-1933), XI Conde de Santa Coloma, VIII Marqués de Vallehermoso, etc., cinco veces Grande de España, Caballero de la Orden de Santiago, Maestrante de Sevilla, Senador del Reino y Gentilhombre de Cámara de S. M. con ejercicio. Casó en 1909 con doña Brígida Gil Delgado y Olazábal, Grande de España ad personam, Señora autorizada para usar la Placa de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, hija de don Carlos Gil Delgado y Tacón y de doña Brígida de Olazábal y González de Castejón, II Marquesa de Berna.
Su hijo y sucesor fue don Enrique de Queralt y Gil Delgado (1910-1992), XII Conde de Santa Coloma, IX Marqués de Vallehermoso, etc., cinco veces Grande de España, Maestrante de Sevilla. Casó en 1933 con doña María Victoria Chávarri y Poveda, hija de don Víctor Chávarri y Anduiza, I Marqués de Triano, Senador del Reino, y de doña Josefa de Poveda y Echagüe.
El mayor de sus hijos es don Enrique de Queralt y Chávarri, XIII y actual Conde de Santa Coloma, XIV de las Amayuelas y X Marqués de Vallehermoso, tres veces Grande de España, Conde de Escalante, de Tahalú y de Villamor, Oficial de Infantería y Maestrante de Sevilla. También ha sido XXI Marqués de Cañete, y XV de Gramosa, otras dos veces Grande de España, y Marqués de Alconchel, dignidades estas que ha distribuido a sus hijos. Nació en 1935 y casó en Madrid en 1970 con doña Ana Rosa de Aragón y Pineda, hija de don Bartolomé Aragón Gómez, Intendente Mercantil y Abogado, y de doña María del Pilar de Pineda y Cabanellas, VII Marquesa de Campo Santo.
Son sus hijos: 1) Doña Ana Rosa de Queralt y Aragón, XXII Marquesa de Cañete, Grande de España, Licenciada en Ciencias Económicas, casada y con sucesión; 2) Don Enrique de Queralt y Aragón, XVI Marqués de Gramosa, Grande de España, Licenciado en Derecho, Maestrante de Sevilla, donde casó en 2000 con doña Ana Fernández de Córdova y Cendra, hija de don Joaquín Fernández de Córdova e Ybarra, Marqués de Montalbo y de Zugasti, Abogado, Caballero de la Orden de Santiago y de Honor y Devoción de la Soberana Orden de Malta, Maestrante de Sevilla, y de doña Ana María Cendra del Rivero, con descendencia; y 3) doña María del Pilar de Queralt y Aragón, XIII Marquesa de Alconchel, Licenciada en Derecho, casada en Sevilla en 2006 con don Juan Manuel Martín Hidalgo Mateos, hijo de don Manuel Martín Hidalgo y de doña Mercedes Mateos López de Lavanda.

José Miguel de Mayoralgo y Lodo

Conde de los Acevedos